jueves, 18 de agosto de 2011

LA PERSPECTIVA DE UNA PSICOLOGÍA FILOSÓFICA

Patricio Valdés Marín
pvaldesmarin@hotmail.com

La función general del sistema nervioso de un animal es permitirle relacionarse con el medio externo para recibir información, procesarla y reaccionar consecuentemente sobre éste, y se especifica en tres órdenes de funciones psicológicas particulares: cognitiva, afectiva y efectiva. En la estructuración afectiva más primitiva de esta función se encuentra el mecanismo de placer - dolor que impele a un animal a actuar en procura de su supervivencia y reproducción. A partir de este mecanismo básico, se estructuran mecanismos en escalas superiores que poseen la capacidad para generar emociones y además, en los seres humanos, producir sentimientos.


El sistema de la afectividad es de naturaleza biológica y ocurre en el sistema nervioso central de un animal, lo que llamamos cerebro. Éste es una estructura fisiológica que tiene por función general relacionarse con el medio externo para recibir información, procesarla y reaccionar consecuentemente sobre éste. Las unidades discretas de esta estructura son células especializadas en transmitir señales que se llaman neuronas. Éstas están densamente interconectadas a través de conexiones llamadas sinapsis. Las señales que recorren cada neurona son de naturaleza eléctrica, pero para cruzar las sinapsis se transforman en señales de naturaleza química.

La función general del sistema nervioso central se especifica en tres órdenes de funciones psicológicas particulares: cognitiva, afectiva y efectiva. Cada una tiene por objeto la producción de estructuras psíquicas distintivas que permiten al animal relacionarse de manera particular con su medio externo. La función cognitiva elabora contenidos de conciencia; la afectiva produce estados de ánimo, y la efectiva genera deseos. Estas estructuras psíquicas se relacionan entre sí y se unifican en la conciencia. A este conjunto estructural psíquico que produce el sistema nervioso central se le llama mente. Estas tres funciones del cerebro se explican por las exigencias biológicas del animal para sobrevivir y reproducirse.

El sistema nervioso central se relaciona con el medio externo a través de tres redes neuronales: dos redes aferentes y una red eferente. Mediante la red neuronal aferente cognitiva el centro de cognición del sistema nervioso central está conectado con órganos de sensación, los comúnmente llamados “sentidos de percepción”, ubicados principalmente en la periferia del animal. Éste recibe un flujo constante de información sensorial en forma de señales (visual, olfativa, táctil, auditiva, gustativa) que provienen de los órganos de sensación, y éstas son procesadas para producir estructuras psíquicas en una estructuración integradora de escalas inclusivas cada vez mayores. En este proceso sintético las unidades discretas de una escala se integran en una estructura de la escala siguiente y superior, la que pasa a ser una unidad discreta para una nueva estructura en la escala superior que sigue. Primero las señales se estructuran en percepciones, y éstas se estructuran en imágenes. Solo en los seres humanos las imágenes se estructuran en ideas y conceptos, y éstas en proposiciones y juicios. Las percepciones, las imágenes y las ideas son representaciones psíquicas de la realidad objetiva cognoscible y se llaman contenidos de conciencia. Junto con la información almacenada en la memoria las representaciones son procesadas para conocer el entorno.

La cognición de un organismo biológico no es una entidad puramente epistemológica, de conocimiento frío de su medio externo. Ella está íntimamente vinculada a su afectividad, que pertenece al segundo orden de funciones psicológicas. Para ser funcional en el propósito de la supervivencia y la reproducción, necesita involucrarse afectivamente con el objeto cognitivo, ya sea relacionándose, ya sea rechazándolo. El centro afectivo del sistema nervioso central se involucra con el entorno a través de la red aferente afectiva que transmite información sensible y cuyo extremo son terminales nerviosos. Éstos son estimulados por acciones físicas del medio externo, como la temperatura y la presión. Los estímulos son transmitidos codificados hasta el centro afectivo, donde son decodificadas como sensaciones de placer o dolor, o una mezcla de ambos. Además, ambas redes aferentes comparten algunas señales. Los objetos que el organismo conoce y que lo pueden afectar son sentidos por el mismo organismo mediante estas sensaciones de placer y dolor, reforzando la calidad de bueno o malo para sí de lo que conoce. Este orden será el objeto del análisis de este ensayo.

Mediante el tercer orden de funciones psicológicas el animal reacciona ante lo que conoce, revestido por la calidad impresa por su efectividad. En su escala más simple la respuesta del organismo es frente a estímulos. En una escala mayor y más compleja, la acción responde a la conciencia de lo otro y es instintiva. En la escala del ser humano, que es el de la conciencia de sí, la acción es intencional. A través de la red eferente el sistema nervioso central del organismo posee conexiones nerviosas para comandar y dirigir el sistema motor de los músculos, que en combinación con las partes de su esqueleto, permiten su acción física sobre su entorno en cada situación.

Adaptación y autonomía

En la existencia biológica nunca se llegan a satisfacer definitivamente los apetitos ni tampoco se llega a superar la amenaza de peligro. Para sobrevivir un organismo biológico necesita permanentemente energía del medio y ciertas condiciones ambientales mínimas de seguridad. La supervivencia significa tanto la satisfacción de las necesidades que continuamente surgen, como la obtención de un estado de seguridad que esté libre de la amenaza de depredadores y de otras amenazas a la vida.

En la evolución biológica las aptitudes de supervivencia y reproducción se incrementan cuando los organismos biológicos obtienen mayor autonomía, pues consiguen apoderarse de nichos ecológicos más abundantes y nutritivos y protegerse de posibles depredadores. Esta mayor autonomía se ha conseguido mediante la estructuración del sistema nervioso, cuya función es la transmisión de señales electroquímicas y la elaboración de contenidos de conciencia, que funciona en la psiquis de los seres cerebrados.

Las funciones, aptitudes, instintos, impulsos, tendencias o necesidades biológicas fundamentales de supervivencia y reproducción condicionan el comportamiento del organismo biológico. Ellas surgen en el ser viviente como consecuencia de haberlos heredado de sus progenitores. De ellas depende la subsistencia de su especie. Es más, ambos impulsos, que para usar términos freudianos vendrían a ser el anti-thanatos y el eros, determinan la totalidad del comportamiento del organismo hacia su medio externo.

Tal vez, un vegetal no está tan presionado por su supervivencia desde el momento que sus cloroplastos logran alimentarlo fácilmente en el mismo sitio donde ha echado raíces, dependiendo más de sus características hereditarias que de su escasa o nula autonomía. Una especie vegetal sin autonomía alguna puede mejorar la aptitud de sus individuos para sobrevivir y reproducirse en un medio seco, favoreciendo superficies expuestas al ambiente más reducidas para limitar la evapotranspiración, hojas más carnudas para conservar el agua, raíces más largas para que penetren más profundamente y logren alcanzar la humedad de las aguas subterráneas. Si el medio donde un vegetal debe sobrevivir y reproducirse es de muchos y voraces consumidores secundarios, los caracteres que una especie vegetal favorecerá serán un tronco leñoso, espinas por su superficie, savia de sabores repugnantes o venenosos.

La evolución biológica puede verse como un avance en la autonomía de los organismos biológicos para perseguir su supervivencia y reproducción, pues asegura mejor la prolongación de la especie. Una mayor autonomía y movilidad implica una mayor complejidad orgánica. Un animal es más complejo que un vegetal. En este sentido, la evolución favorece las características que permiten respuestas más autónomas y, por tanto, más versátiles y plásticas a las presiones y exigencias del ambiente; y también tiende a mejorar las características hereditarias frente a las cambiantes demandas del medio.

Cualquiera sea la adaptación de que se trate, un organismo biológico tenderá a responder más ventajosamente a la amplia variedad de situaciones ambientales. Uno de estos cambios ventajosos es dotar a la especie de una mayor autonomía y movilidad para los individuos que la componen. En este caso, una mayor capacidad para acciones autónomas y plásticas, surgidas del mismo organismo biológico a causa de una mayor funcionalidad de su condicionamiento genético, es ciertamente una gran ventaja adaptativa. De este modo, el sistema nervioso central de los animales, junto con sus funciones psicológicas cognitiva, afectiva y efectiva, ha sido un salto evolutivo extraordinario para conseguir una mayor autonomía en la necesidad biológica de sobrevivir y reproducirse.

El mecanismo de placer – dolor

Los animales, incluido el ser humano, adquieren estados afectivos de agrado o desagrado, de bienestar o sufrimiento, de atracción o repulsión, de euforia o ansiedad, de seguridad o temor, de tranquilidad o desasosiego, buscando el primer término y rehuyendo del segundo. El principio de dichos estados es la sensación de placer o dolor, o una mezcla de ambos. La explicación conductista basada en el mecanismo estímulo-reacción de una “caja negra” se queda en lo superficial del comportamiento del animal y no llega a explicar que su comportamiento es menos determinista y más autónomo gracias al mecanismo más fundamental de la búsqueda activa del placer y el rechazo del dolor.

Este mecanismo es psíquico, pues se estructura a partir de las funciones psicológicas del cerebro que conforma la mente de los animales. Se fundamenta en las sensaciones afectivas de placer y dolor, llegando a ser una de las funciones principales de la red eferente afectiva del sistema nervioso. Dichas sensaciones no se dirigen hacia los sentidos de percepción, sino que son conducidas directamente desde sensores nerviosos que están ubicados virtualmente en toda la extensión del cuerpo del organismo hacia el centro afectivo, en el hipotálamo, en cuya área dorsal se ubica el centro de control del placer y que discrimina entre lo placentero y lo doloroso.

Todo animal con centro afectivo persigue activamente el placer y rechaza el dolor. La función de un sistema sensorial acoplado a un centro afectivo sirve para forzar la conducta del animal ante estímulos externos, dando respuestas autónomas más adecuadas. En el orden afectivo todo aquello que motiva a un animal a luchar por su existencia y por reproducirse es la búsqueda del placer y el rechazo del dolor. Actuando únicamente para obtener placer y evitar el dolor, un animal consigue sobrevivir y reproducirse mejor.

La satisfacción de los apetitos y de las carencias que posibilitan la supervivencia y la reproducción produce placer. En cambio, los apetitos no satisfechos son dolorosos. El hambre, la sed, el frío, la soledad, el rechazo sexual producen dolor, pero pueden disminuir hasta eliminarse temporalmente si los apetitos que los producen son satisfechos. En la medida que la necesidad se va satisfaciendo, se produce un estado placentero y va disminuyendo el dolor. No sólo hay placer cuando se satisface una necesidad, sino que el mismo acto de satisfacción es placentero. Un bocado elimina el dolor punzante del hambre, a la vez que produce un sabroso agrado en el paladar.

Por otra parte, produce dolor todo aquello que afecte a un animal haciendo peligrar su integridad, como las enfermedades o las heridas, incluyendo la sobre-satisfacción de un apetito. El temor y el miedo pertenecen a una escala mayor del dolor y son reacciones para evitar el peligro y obligar al animal a actuar en su defensa. Surgen de la experiencia y del instinto. No es tanto la posibilidad de morir como la posibilidad de experimentar el dolor lo que hace que un animal huya del peligro que lo amenaza de muerte, pues la idea de la muerte es abstracta y, por tanto, inaccesible para la capacidad de comprensión de los animales; en cambio, la imagen de dolor que produce la dentellada de un depredador es muy concreta en su imaginación.

Las escalas de la función afectiva

El mecanismo de placer-dolor que impele a un animal a actuar en procura de su supervivencia y reproducción es funcional en todos los organismos con sistema nervioso central. A partir de este mecanismo básico, se estructuran mecanismos en escalas superiores que poseen la capacidad para generar emociones y además, en los seres humanos, producir sentimientos. Así, mientras las sensaciones básicas de placer y dolor se estructuran en la menor escala de la afectividad, en animales con mayor conciencia se estructuran, en el centro afectivo del sistema nervioso central, emociones y sentimientos.

El centro afectivo del sistema nervioso central es el lugar que acopla un tono afectivo muy particular a los contenidos de conciencia estructurados que de otro modo permanecerían objetivamente fríos y distantes. Básicamente, el tono pertenece a algún grado afectivo que va desde la escala del simple placer o dolor hasta la escala de los sentimientos. Inversamente, en el ser humano el pensamiento debe mantenerse habitualmente muy frío para no verse influenciado por pasiones y sentimientos en su búsqueda de verdad. La función afectiva se desdobla en cuatro escalas incluyentes: una escala básica sensible, una escala media estimulante, una escala mayor emotiva y una escala superior de sentimientos.

Cada escala de estructuración del sistema afectivo tiene sus correlativas en los sistemas cognitivo y efectivo. En cada escala se encuentran las tres funciones cerebrales interactuando entre ellas. Sólo una máquina tiene un input y un output sin afectividad alguna que dé curso, detenga, apure, paralice, suspenda, acelere, atenúe, acentúe una respuesta según necesidades evaluadas de supervivencia o reproducción, y actúa con la total frialdad de un mecanismo.

La conciencia primitiva

Para resumir, la evolución biológica ha producido un mecanismo de protección y desarrollo de los animales que produce en éstos dos tipos de reacciones diametralmente opuestas y muy intensas: el placer y el dolor. Un animal acepta los estímulos que le producen la sensación de placer y rechaza aquellos que le producen la sensación de dolor. Los estímulos que producen placer resultan generalmente beneficiosos para un animal, y los que producen dolor le resultan perjudiciales. Por tanto, las sensaciones afectivas de placer y dolor son funcionales para la supervivencia y la reproducción del animal y, por consiguiente, son funcionales también para la prolongación de la especie. Ambas sensaciones se encuentran en la escala fundamental de la estructuración afectiva de todos los animales con algún tipo de sistema nervioso.

La función de la afectividad que acompaña a los elementos cognitivos que el organismo recibe del medio es ayudar a producir una respuesta efectiva. La sensación afectiva de placer o dolor aparece como el estímulo más primitivo y fundamental para exigir respuesta al organismo ante las demandas del ambiente. La respuesta del sistema efectivo en esta escala básica es la pulsión. Desde las simples lombrices, las poseen todos los organismos con sistema nervioso y que pueden de alguna manera u otra reaccionar ante este tipo de acciones del medio externo. En los seres más evolucionados, que han estructurado escalas superiores de relacionarse con el medio, este mecanismo sigue siendo válido en su sistema autónomo por constituir su principio o fundamento.

Conciencia del medio externo

En la siguiente escala de conciencia en orden creciente de estructuración está la conciencia del medio externo. En esta escala se produce la percepción en el orden funcional cognitivo, y corresponde a la atracción en el orden afectivo. En el orden efectivo el organismo responde con un instinto rígido ante un atractivo. A partir de las sensaciones fundamentales de placer y dolor todos los animales (incluido el ser humano) con sistema nervioso central y con órganos de sensación consiguen estructurar esta escala. Las respuestas de esta conciencia ante estímulos externos son afectivamente más complejas. En dichos estados, las sensaciones fundamentales de placer y dolor han sido estructuradas, en esta escala, en los estados afectivos siguientes: agrado - desagrado, ataque - retirada, agresividad - apaciguamiento.

A partir de esta escala el centro afectivo del organismo biológico persigue activamente aquello que le produce placer y rehúye de aquello que le produce dolor. Esta actividad se torna agresiva cuando confronta alguna dificultad, como el enfrentarse a un competidor. De modo similar, el rehuir de aquello que produ¬ce dolor va asociado con el miedo, emoción que reafirma la acción de rechazo. En consecuencia, el contrario de agresividad es miedo, y un animal, incluido el ser humano, puede pasar del uno al otro en cuestión de un instante, pues es la vida misma la que se debe preservar sin arriesgar momentos vitales en la duda. Deberá actuar aunque se equivoque en su apreciación.

Conciencia de lo otro

Una escala aún mayor de la estructuración psíquica es la de la conciencia de lo otro en tanto otro. Allí las percepciones se estructuran en imágenes, aparecen los instintos más plásticos y se ubican los estados afectivos más complejos que manifiestan en especial los vertebrados. Sin duda, la capacidad para tener conciencia de lo otro significó una ventaja adaptativa enorme en la evolución del sistema nervioso. El otro se impone al sujeto como el objeto de la relación causal que posibilita o amenaza su supervivencia o reproducción. Dentro de una conciencia más desarrollada de la conciencia de lo otro, como en los mamíferos –que en la función cognitiva se constituyen imágenes más completas–, en la función afectiva se estructuran las emociones fundamentales de alegría - sufrimiento.

Todos los organismos biológicos que llegan a tener conciencia del otro poseen emociones. Las emociones son de relativamente corta duración y persisten desde un clímax hasta que se adormecen por agotamiento de los terminales sensibles del sistema nervioso. Las emociones están en la misma escala que las imágenes. Una imagen no es sólo una representación puramente cognitiva. Contiene valoraciones afectivas de diversa índole, que radican en la dicotomía placer - dolor. Un león no aparece únicamente como un cierto cuadrúpedo melenudo de color pardo. En su tamaño, rugir, dientes, garras, agresividad, velocidad, puede surgir también una representación terriblemente amenazante que puede incluso afectar al sujeto con dolor y muerte.

Secundariamente aparecen en esta escala emociones tales como seguridad - temor, ilusión - desilusión, confianza - desconfianza, euforia - depresión, simpatía - antipatía, ira - miedo. En esta escala son posibles emociones mixtas, como los celos, el arrojo, el enojo, la furia, la timidez, la pena, la soledad, el tedio, el asco y muchos otros más. El erotismo, que es una emoción tendiente a la reproducción, se estructura en esta escala, teniendo como algunas de sus unidades discretas el gozo sexual, el atractivo sexual, las señales sexuales, etc. En esta escala el orden funcional efectivo, propio de los animales superiores, la respuesta efectiva es instintiva, pero con gran plasticidad.

Conciencia de sí

La estructuración de la conciencia de sí, que poseemos sólo los seres humanos y que es el del pensar, sentir y hacer, produjo una autonomía aún mayor como ventaja adaptativa al medio, pues el individuo se ve a sí mismo como un sujeto de una acción intencionada y reflexionada según su pensamiento racional y abstracto. Indudablemente, dicho salto evolutivo del sistema nervioso demandó la mayor estructuración y complejidad conocida de la materia.

La escala superior de la estructuración psíquica, que es el de la conciencia de sí, es la de las ideas, los conceptos y las proposiciones y juicios. En esta escala el orden funcional cognitivo pasa a llamarse propiamente cognoscitivo, pues tiene la capacidad para efectuar complejas relaciones ontológicas y lógicas. Estas funciones psíquicas pueden ser efectuadas únicamente por los humanos, que son seres dotados mentalmente con la capacidad para estructurar conceptos abstractos y razonar lógicamente. Sólo la capacidad del pensamiento abstracto y lógico permite al sistema nervioso central, o más apropiadamente a la mente, reflexionar sobre sí misma, adquirir conciencia de su subjetividad aparte de las cosas y, por referencia a éstas, llegar a adquirir conciencia de una identidad propia y única, distinta de las cosas. En la escala de la conciencia de sí, el orden funcional efectivo corresponde a la acción intencional que se llama voluntad.

Asimismo, en la escala de la conciencia de sí, en el orden funcional afectivo, se encuentra la estructura de los sentimientos. La actividad de esta conciencia ante los simples estímulos que producen las primitivas sensaciones de placer y dolor, y que pasa por la estructuración de las emociones, es la estructuración de los sentimientos. Los sentimientos producen la motivación para actuar. Una decisión racional debe estar más motivada por sentimientos que por emociones. Inclusive la voluntad necesita a menudo controlar las emociones.

El sentimiento es lo más propiamente humano en la afectividad. Solamente los seres humanos poseemos la capacidad para tener sentimientos, pues esta reacción afectiva se estructura a partir del pensamiento abstracto y racional y en esta misma escala. En la funcionalidad animal la afectividad juega un papel decisivo, pues impele a la acción dándole una dirección y una intensidad particulares. Por ejemplo, el hambre obliga a un animal renunciar a su tendencia al ocio y buscar activamente su sustento. Igualmente, en la funcionalidad humana el sentimiento está en el primer plano en la deliberación previa a una acción intencional. Le confiere el color, el tono, el aroma, el sabor y otras metáforas similares a la fría decisión racional. Incluso el sentimiento puede primar sobre la razón. Todas las argumentaciones más sensatas, articuladas, lógicas, objetivas y fundamentadas que puedan darse se hacen añicos frente al sentimiento.

A diferencia de una argumentación lógica, que puede ser objetiva y sujeta a análisis, el sentimiento es una valoración completamente personal, subjetiva, incomunicable y no medible, excepto en la forma indirecta que pudieran manifestarse las emociones asociadas. Depende de reacciones personales particulares a experiencias, estados de ánimo, conformación caracteriológica, desarrollo de la personalidad, momento vivencial, etc., dentro de la estructura cognoscitiva humana.

Por el sentimiento más que por el raciocinio existen cosmovisiones particulares de enorme impronta y de tan larga duración que pueden permanecer toda la vida. Éstas son determinantes para establecer colectivamente el curso de acción de una decisión mayoritaria para alcanzar un objetivo concreto. Puede que toda una comunidad valore, por ejemplo, la justicia social, pero aquellos de sentimientos más tradicionales tendrán una apreciación distinta de quienes albergan sentimientos más radicales. Es probable que, más que intereses comunes, sean los sentimientos afines la causa primordial que conforma partidos políticos específicos.

La felicidad y la tristeza son la estructuración fundamental afectiva en la escala de la conciencia de sí y que proviene del placer y dolor propio de la escala más primitiva de la afectividad. A partir de estas valoraciones afectivas contrapuestas algunos pretenden explicar la complejidad de la realidad como una división dualista entre lo bueno y lo malo (en la filosofía oriental sería la dualidad del yin y el yang).

El estado de felicidad es aquel en el que las necesidades y carencias están colmadas, existiendo además la sensación de seguridad de que habrá bienes disponibles para satisfacer las necesidades a medida que se presenten, y un ámbito protegido de peligros y amenazas. Se manifiesta como una condición general de satisfacción y gozo junto con una sensación de realización en la que se siente estar alcanzando las metas proyectadas. En tanto este estado está condicionado por una proyección de futuro, la felicidad es una situación propiamente humana, pues los animales son inmediatistas en sus acciones de supervivencia y reproducción. Este estado revela la existencia de un ser humano que ha tenido éxito en su afán de supervivencia y reproducción. Es un indicio de funcionalidad apropiada, de adaptación al medio y de tener la fortuna de existir en un ambiente favorable y de lograr los resultados propuestos.

Aunque es el objetivo final de toda acción particular, la felicidad no es el objetivo de la existencia del individuo. La felicidad es simplemente una señal de vivir en la forma más plena posible, siendo un síntoma de que la persona lo está haciendo muy bien. Por su parte, la tristeza y la angustia son síntomas de que la vida es problemática y difícil, llena de fracasos, temores, insatisfacciones e inseguridades.

La felicidad como finalidad de la vida entró en los objetivos individuales que ha propuesto la cultura occidental a partir del Renacimiento, constituyendo sin duda un valor radicalmente distinto del ser penitente del medioevo. Este valor fue un paso importante con respecto a los epicúreos del siglo III a. C., que buscaban sólo el máximo placer y el mínimo de dolor, o de los estoicos, que para evitar el dolor cultivaban la indiferencia con desdeñosa indolencia. Por ejemplo, el renacentista Tomás Hobbes (1588-1679) sostuvo que la finalidad del ser humano es la felicidad, y el Estado tiene la función de imponer orden y paz para que los individuos pudieran lograrla; y la Constitución de los EE.UU. propuso que la finalidad de todo ciudadano es, además de la vida y la libertad, la prosecución de la felicidad.

Siguiendo la mentalidad renacentista, pero ya en plena edad Moderna, fue aparentemente loable el deseo del utilitarista inglés Jeremías Bentham (1748-1832), quien un siglo y medio más tarde pensaba que el Estado debe procurar la mayor felicidad al mayor número de individuos, idea precursora del Estado de bienestar. Para Bentham lo útil es lo que conduce a la felicidad. Siendo que para él el ser humano sólo posee experiencias directas de placer y dolor, las demás sensaciones son derivadas de éstas. Él clasificó los placeres, haciendo un verdadero cálculo hedonista, según el grado de intensidad, duración, certidumbre, proximidad, fecundidad y pureza. Cuanto mayor la cantidad, mayor es el placer. Para él la felicidad es entonces el placer de duración prolongada.

Sin embargo, en contra de Bentham, la felicidad no es un término unívoco, y las unidades de felicidad, o que producen felicidad, no son intercambiables. Aún para un mismo individuo, algo que lo hace feliz en alguna ocasión lo puede hacer infeliz en la próxima. Por tanto, la finalidad del Estado no puede ser suministrar las cosas que hacen feliz al individuo, sino que es posibilitar que éste se desarrolle libremente, pues siendo libre podrá autodeterminarse, actualizando sus potencialidades, y así él será además feliz.

Si bien la capacidad para hacer proyectos de futuro con el objeto de ser feliz supone la capacidad racional, ésta surgió evolutivamente como una forma más eficiente para responder con la mayor autonomía posible a la multicausalidad del medio para así mejorar las posibilidades de supervivencia y reproducción. De ahí que, en el ser humano, la respuesta racionalmente autónoma para satisfacer las necesidades de supervivencia y reproducción constituyen el punto de partida de la psicología y la ética, de la familia y la sociología, de la política y la economía. Sigmund Freud (1856-1939) tenía en gran medida razón cuando hacía depender el comportamiento humano de su apetito sexual. En realidad, los estímulos sexuales tras el impulso de reproducción se confunden con los estímulos para sobrevivir en el comportamiento del individuo y llega a ser posible concluir parcial, pero erróneamente, como lo hizo Freud, que el comportamiento humano tiene siempre base sexual.

El sentimiento primario, que proviene directamente de las sucesivas estructuraciones a partir de la sensación de placer y dolor, es el estado de felicidad - tristeza o angustia. De este sentimiento derivan secundariamente, en la misma escala, una serie de estados de ánimo de gran complejidad. Consideremos los siguientes entre otros muchos: amor - odio, confianza - angustia, valentía - cobardía, esperanza - desesperanza, optimismo - pesimismo, perdón - venganza, desprendimiento - codicia, euforia - pesadumbre, arrojo - temeridad, amistad - rencor, sonrisa - congoja. También esta conciencia estructura reacciones mixtas de sentimientos de una escala de complejidad superior: arrogancia, melancolía, desazón, amargura, admiración, arrepentimiento, vergüenza. Por último se producen actitudes de comportamiento con fuertes elementos sentimentales, como el orgullo, la soberbia, la envidia, la avaricia y tantas más.

Lo notable es que todas las emociones y los sentimientos son estados de ánimo complejos a soluciones de supervivencia y reproducción, y que se estructuran a niveles superiores a partir de las sensaciones más simples de todas, las de placer y dolor. Además, indirectamente, la conciencia que cada ser humano tiene de la muerte que fatalmente acabará con su existencia individual lo impulsa a preservar su propia vida. Aunque también, si la vida se le presenta difícil y penosa, lo tiente el suicidio en la opción de preferir la nada antes que la infelicidad.


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NOTAS:
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Continúa en http://esenvida4.blogspot.com/
Todas las referencias se encuentran en Wikipedia.
Este ensayo ha sido extraído del Libro VI, La esencia de la vida (ref. http://www.esenvida.blogspot.com/), Capítulo 3. “El sistema nervioso y la adaptación.”
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